viernes, 30 de junio de 2017

LOS AMORES DIVERSOS
TÍTULO: Los amores diversos
AUTOR: Fernando J. López
EDITORIAL: Ediciones Antígona
SUBGÉNERO: Monólogo dramático
AÑO DE ESTRENO: 2015
AÑO DE PUBLICACIÓN: 2016

Cavafis, Emily Brontë, Byron, Flaubert, Baudelaire, Wilde, Virginia Woolf, Proust, Marguerite Yourcenar, Gabriela Mistral, Juan Ramón, Cernuda, Lorca, Salinas, Gloria Fuertes, Cortázar, Sylvia Plath…
Y así podría seguir, líneas y líneas, con nombres y más nombres, pero también con obras, con tópico literarios, con espacios míticos… Porque Los amores diversos es una fértil evocación de parte de la tradición literaria universal.
El punto de partida es atractivo, y evocador también, como el nombre de su protagonista, Ariadna. Ella es el centro de este monólogo por el que también circulan en la lejanía o en el recuerdo otros nombres que forman o han formado parte de la vida de ella. El más importante de todos es el de su padre, recién fallecido en un accidente cuyas circunstancias no están nada claras (cierto punto de intriga que, por otra parte, no creo que le haga falta a esta pieza teatral) y que ha dejado varios cabos emocionales sueltos en la relación, difícil, con su hija Ariadna. A partir de ahí, el monólogo se desarrolla en un espacio único, el despacho del padre, donde Ariadna ha acudido en busca de algún texto literario predilecto de su progenitor para leerlo, a modo de homenaje, en el funeral de este.
El despacho del padre es un microcosmos literario, es el santuario donde este hombre, auténtico “enfermo” de la literatura, ha conversado horas y años con esos buenos amigos de papel que le han acompañado. Y ese lugar no es ajeno a Ariadna, cuya relación con su padre ha estado marcada por la presencia permanente de los libros. Su padre ha sido su maestro de letras. Pero a pesar de esa proximidad, la relación no ha sido nunca sencilla. Por medio se han cruzado amores y desamores, fidelidades e infidelidades. De alguna forma, Ariadna tiene pendiente una honda conversación con su padre, un duelo antes del adiós definitivo. Y esa conversación, llena de literatura, de reproches, de amor, de incógnitas, es la que nos permite conocer a Ariadna y a su entorno.
Tirando del hilo de todo ello, Ariadna va evocando poetas, novelas, versos… Es la literatura en vena. Los amores diversos es un hermoso homenaje a los grandes libros, a los grandes autores. No están todos los que son (tarea imposible) pero sí son todos los que están. Y esto es un regalo que sabrán disfrutar los lectores. Llama la atención, eso sí, que sea este un homenaje a través del género dramático (género que Fernando J. López ha venido cultivando con éxito paralelamente a su buen hacer narrativo) y que, sin embargo, no encontremos en él apenas autores de textos teatrales. Los citados son principalmente poetas y novelistas. Claro que alguno de ellos cuenta entre su producción literaria con algo de obra dramática, pero no es por ello por lo que están aquí presentes.
En todo caso, no se queda este monólogo en una evocación literaria. Aquí pesa mucho el conflicto humano de Ariadna, atrapada en su laberinto, en su pequeña isla, en su entorno de contradicciones. Y es que Los amores diversos es un viaje emocional y hasta vital que Ariadna necesita hacer, cual Ulises femenino, a su Ítaca personal, a riesgo, en caso de no hacerlo, de quedar encallada y náufraga de su propia indecisión, en su particular isla de Naxos, en la que ha sido abandonada por el destino quizá para ajustar cuentas con él. Es este libro también una apuesta por los amores “diversos”; esos amores silenciosos, escondidos, doloridos, que precisan de arrojo para gritar su verdad. Buena ocasión pueden ser estos “orgullosos” días para adentrarse literariamente en la “diversidad”. Lo cierto es que a esos amores Fernando J. López da presencia de modo recurrente en su obra, tanto narrativa como dramática.  En uno de esos amores se encuentra Ariadna, atrapada por una Emma (“¿Bovary?”, estaréis pensando; sí, Bovary…) que sale a la aventura, en la oscuridad, en busca de los besos de Ariadna, pero que regresa, con el sol, a la luz pública y confortadora de su hipócrita matrimonio convencional. Y también el padre de Ariadna sabe algo de amores diversos…
Creo que el montaje teatral de este texto se estrenó en 2015. Lo cierto es que hasta el año 2016, al menos, ha estado sobre las tablas en la sala Off del Teatro Lara y ahora debe de seguir circulando por otras salas. Bajo la dirección de Quino Falero, la actriz Rocío Vidal ha sido la encargada de dar vida a Ariadna. La pena es que, con una acertada escenografía, que fusionaba simbólicamente el despacho del padre y la isla de Ariadna, con una fortísima presencia visual de los libros, la interpretación de Rocío Vidal no estuvo a la altura del texto. Reconociéndole momentos de gran intensidad dramática, en conjunto su trabajo pecó de una dicción acelerada y poco inteligible en varios momentos, además de un movimiento escénico torpe, salvado quizá en ocasiones en las que se movía por el suelo de forma más convincente y segura (instantes, creo recordar, que coincidían también con esos intervalos de mayor emotividad de los que hablaba antes). Un buen monólogo es un caramelo y un riesgo a la vez, y seguramente exige una versatilidad y una volubilidad nada sencillas de lograr. Creo que este texto dramático precisa en varios instantes de una hondura  y una flexibilidad que la actriz no ha sabido darle con su manera de decir (incluido algún poema...) a pesar de su bonita voz.

En todo caso, desde la butaca de casa con el libro bajo la luz del flexo, o desde la butaca del teatro, con la actriz y la escenografía bajo las luces de los focos, Los amores diversos es una espléndida ocasión para reflexionar sobre uno mismo de la mano (o del hilo...) de Ariadna. Que nadie se asuste si esta obra remueve los cimientos de su ¿sólida? vida. La valentía es dolorosa pero sin ella no hay viaje. Ariadna lo sabe.

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