LOS AMORES DIVERSOS
TÍTULO: Los amores diversos
AUTOR: Fernando J.
López
EDITORIAL: Ediciones
Antígona
SUBGÉNERO: Monólogo
dramático
AÑO DE ESTRENO: 2015
AÑO DE PUBLICACIÓN: 2016
Cavafis, Emily Brontë, Byron, Flaubert, Baudelaire,
Wilde, Virginia Woolf, Proust, Marguerite Yourcenar, Gabriela Mistral, Juan
Ramón, Cernuda, Lorca, Salinas, Gloria Fuertes, Cortázar, Sylvia Plath…
Y
así podría seguir, líneas y líneas, con nombres y más nombres, pero también con
obras, con tópico literarios, con espacios míticos… Porque Los amores diversos es una fértil evocación de parte de la
tradición literaria universal.
El
punto de partida es atractivo, y evocador también, como el nombre de su
protagonista, Ariadna. Ella es el centro de este monólogo por el que también
circulan en la lejanía o en el recuerdo otros nombres que forman o han formado
parte de la vida de ella. El más importante de todos es el de su padre, recién
fallecido en un accidente cuyas circunstancias no están nada claras (cierto
punto de intriga que, por otra parte, no creo que le haga falta a esta pieza
teatral) y que ha dejado varios cabos emocionales sueltos en la relación,
difícil, con su hija Ariadna. A partir de ahí, el monólogo se desarrolla en un
espacio único, el despacho del padre, donde Ariadna ha acudido en busca de
algún texto literario predilecto de su progenitor para leerlo, a modo de
homenaje, en el funeral de este.
El
despacho del padre es un microcosmos literario, es el santuario donde este
hombre, auténtico “enfermo” de la literatura, ha conversado horas y años con
esos buenos amigos de papel que le han acompañado. Y ese lugar no es ajeno a
Ariadna, cuya relación con su padre ha estado marcada por la presencia
permanente de los libros. Su padre ha sido su maestro de letras. Pero a pesar
de esa proximidad, la relación no ha sido nunca sencilla. Por medio se han
cruzado amores y desamores, fidelidades e infidelidades. De alguna forma,
Ariadna tiene pendiente una honda conversación con su padre, un duelo antes del
adiós definitivo. Y esa conversación, llena de literatura, de reproches, de
amor, de incógnitas, es la que nos permite conocer a Ariadna y a su entorno.
Tirando
del hilo de todo ello, Ariadna va evocando poetas, novelas, versos… Es la
literatura en vena. Los amores diversos
es un hermoso homenaje a los grandes libros, a los grandes autores. No están
todos los que son (tarea imposible) pero sí son todos los que están. Y esto es
un regalo que sabrán disfrutar los lectores. Llama la atención, eso sí, que sea
este un homenaje a través del género dramático (género que Fernando J. López ha
venido cultivando con éxito paralelamente a su buen hacer narrativo) y que, sin
embargo, no encontremos en él apenas autores de textos teatrales. Los citados
son principalmente poetas y novelistas. Claro que alguno de ellos cuenta entre
su producción literaria con algo de obra dramática, pero no es por ello por lo
que están aquí presentes.
En
todo caso, no se queda este monólogo en una evocación literaria. Aquí pesa
mucho el conflicto humano de Ariadna, atrapada en su laberinto, en su pequeña
isla, en su entorno de contradicciones. Y es que Los amores diversos es un viaje emocional y hasta vital que Ariadna
necesita hacer, cual Ulises femenino, a su Ítaca personal, a riesgo, en caso de
no hacerlo, de quedar encallada y náufraga de su propia indecisión, en su
particular isla de Naxos, en la que ha sido abandonada por el destino quizá
para ajustar cuentas con él. Es este libro también una apuesta por los amores
“diversos”; esos amores silenciosos, escondidos, doloridos, que precisan de
arrojo para gritar su verdad. Buena ocasión pueden ser estos “orgullosos” días
para adentrarse literariamente en la “diversidad”. Lo cierto es que a esos
amores Fernando J. López da presencia de modo recurrente en su obra, tanto
narrativa como dramática. En uno de esos
amores se encuentra Ariadna, atrapada por una Emma (“¿Bovary?”, estaréis
pensando; sí, Bovary…) que sale a la aventura, en la oscuridad, en busca de los
besos de Ariadna, pero que regresa, con el sol, a la luz pública y confortadora
de su hipócrita matrimonio convencional. Y también el padre de Ariadna sabe
algo de amores diversos…
Creo
que el montaje teatral de este texto se estrenó en 2015. Lo cierto es que hasta
el año 2016, al menos, ha estado sobre las tablas en la sala Off del Teatro
Lara y ahora debe de seguir circulando por otras salas. Bajo la dirección de
Quino Falero, la actriz Rocío Vidal ha sido la encargada de dar vida a Ariadna.
La pena es que, con una acertada escenografía, que fusionaba simbólicamente el
despacho del padre y la isla de Ariadna, con una fortísima presencia visual de
los libros, la interpretación de Rocío Vidal no estuvo a la altura del texto.
Reconociéndole momentos de gran intensidad dramática, en conjunto su trabajo pecó
de una dicción acelerada y poco inteligible en varios momentos, además de un
movimiento escénico torpe, salvado quizá en ocasiones en las que se movía por
el suelo de forma más convincente y segura (instantes, creo recordar, que
coincidían también con esos intervalos de mayor emotividad de los que hablaba
antes). Un buen monólogo es un caramelo y un riesgo a la vez, y seguramente
exige una versatilidad y una volubilidad nada sencillas de lograr. Creo que
este texto dramático precisa en varios instantes de una hondura y una flexibilidad que la actriz no ha sabido
darle con su manera de decir (incluido algún poema...) a pesar de su bonita voz.
En
todo caso, desde la butaca de casa con el libro bajo la luz del flexo, o desde
la butaca del teatro, con la actriz y la escenografía bajo las luces de los
focos, Los amores diversos es una
espléndida ocasión para reflexionar sobre uno mismo de la mano (o del hilo...)
de Ariadna. Que nadie se asuste si esta obra remueve los cimientos de su
¿sólida? vida. La valentía es dolorosa pero sin ella no hay viaje. Ariadna lo
sabe.